¿Has descuidado tus emociones?
Desde que Descartes nos dijo aquello de "pienso, luego existo", hemos construido una sociedad que valora enormemente la razón y el pensamiento lógico.
¿Qué hay de todo lo que sentimos? La tristeza, la alegría, el miedo... ¿No forman parte esencial de nuestra esencia?
La herencia de Descartes sigue presente en nuestra sociedad. La búsqueda constante de respuestas racionales y la desconfianza hacia los afectos han llevado, paradójicamente, a un mundo cada vez más individualista y desconectado.
¿No te suena familiar esa sensación de vacío interior que muchos experimentamos a pesar de todos nuestros logros? Quizás sea el momento de redescubrir la importancia de cultivar nuestras emociones y de conectar con los demás.
Resulta sorprendente que, a pesar de las numerosas investigaciones científicas que respaldan la importancia de nuestras emociones en la vida, la educación formal siga obviando este aspecto fundamental del ser humano. ¿Cómo es posible que nos enseñe a resolver ecuaciones complejas, pero no a gestionar nuestros propios sentimientos?
Es evidente que nuestro sistema educativo necesita una reforma urgente para incluir la inteligencia emocional como una materia esencial.
¿Cómo es posible que nos enseñe a resolver ecuaciones complejas, pero no a gestionar nuestros propios sentimientos? Es evidente que nuestro sistema educativo necesita una reforma urgente para incluir la inteligencia emocional como una materia esencial.
Frases como "haz de tripas corazón", "cállate" o "los hombres no lloran" han resonado en nuestras vidas desde la infancia, moldeando nuestra percepción de las emociones y dificultando nuestra conexión con los demás. ¿Quién no ha sentido la presión de reprimir la tristeza o la ira por miedo al juicio de los demás? Estas frases, lejos de fortalecernos, nos han alejado de nuestra propia naturaleza emocional.
Al reprimir o negar sistemáticamente nuestros sentimientos, creamos barreras que dificultan la conexión auténtica con los demás y con nosotros mismos.
La inteligencia emocional nos invita a explorar y aceptar toda la gama de nuestras emociones, fortaleciendo así nuestra autoestima y nuestras relaciones.
Es hora de desaprender todo aquello que nos han enseñado sobre las emociones y construir una nueva narrativa. Una narrativa que celebra la diversidad emocional y que nos permite vivir una vida más plena y auténtica. La inteligencia emocional no es un lujo, sino una necesidad para nuestro bienestar y el de quienes nos rodean.
Además de lo que no aprendimos sobre emociones, cargamos con creencias culturales y sociales que nos condicionaron a expresar o reprimir ciertos sentimientos. Al reprimir o negar sistemáticamente nuestros sentimientos, creamos barreras que dificultan la conexión auténtica con los demás y con nosotros mismos.
¿Alguna vez te has preguntado por qué sentimos lo que sentimos? Todas las emociones cumplen una función. La rabia nos ayuda a poner límites, el miedo nos protege y la tristeza nos permite sanar. Cada afecto, incluso los más difíciles, tiene un papel importante en nuestra vida. Y podemos aprender a gestionarlos; necesitan ser reconocidos, explorados y aceptados.
Las 38 esencias florales del sistema Bach, cada una representando una emoción específica, un desequilibrio y un don, nos conectan con la energía vital de la naturaleza. Cada esencia vibra a una frecuencia particular, resonando con nuestros sentimientos y ayudándonos a restablecer nuestro equilibrio.
A través de un proceso terapéutico, podemos identificar las esencias más adecuadas para cada caso y abordar una amplia gama de desafíos emocionales, desde la rabia y el miedo hasta la tristeza y la ansiedad. Las esencias florales trabajan en las causas profundas de los desequilibrios.
Por ejemplo, si necesitamos equilibrar nuestra ira, podemos considerar la esencia de Holly para promover la paz interior. Si la rabia nos produce resentimiento, Willow puede liberarnos de la amargura.
Mimulus puede aumentar la valentía en aquellos que padecen miedo, mientras que Rock Rose puede proteger en situaciones de pánico.
Gentian refuerza la fe en uno mismo. Mustard disipa la tristeza y restaura la alegría de vivir, y Sweet Chestnut proporciona una profunda sensación de paz.
Estos son solo algunos ejemplos de cómo las esencias pueden ayudarnos a encontrar un mayor equilibrio emocional.
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